La cumbre 25 de la UE-China en Beijing marcó 50 años de lazos diplomáticos pero fue eclipsada por disputas comerciales en aumento y tensiones geopolíticas, especialmente por el apoyo de China a Rusia en medio de la guerra en Ucrania. Líderes europeos, incluyendo a Ursula von der Leyen, presionaron a China para abordar desequilibrios económicos, abrir sus mercados y utilizar su influencia para impulsar a Rusia hacia la paz. A pesar de un compromiso conjunto de cooperar en el cambio climático, la cumbre tuvo poco progreso en resolver desacuerdos fundamentales. Ambas partes reconocieron la necesidad de gestionar diferencias y mantener el diálogo, pero persisten las frustraciones mutuas sobre prácticas comerciales y alineaciones globales. La relación ahora se ve como estando en un 'punto de inflexión' crítico, con la cooperación futura incierta.
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